Bajo la mirada eterna del piloto que da nombre al Circuito Ricardo Tormo de Cheste, los pilotos llegaban al trazado conscientes de que se enfrentaban a un momento crucial; el ecuador del campeonato. El viernes y el sábado, las temperaturas acompañaban, suaves y agradables, pero el domingo el sol apretó con fuerza, desafiando a todos a medir no solo su velocidad, sino también su resistencia.
La primera carrera fue un duelo de voluntades. Mario Ruiz volvió a dominar de principio a fin, imponiendo un ritmo que parecía marcar el compás de la Copa y dejando claro por qué su liderazgo es incuestionable. Izan Domínguez acompañó con firmeza en la segunda posición, siempre incisivo, siempre buscando el límite, mientras que Rafa Palacios cerró el podio en tercera posición completando un escenario donde cada vuelta era una pequeña batalla, un fragmento de épica de este fin de semana en Cheste.

La segunda carrera trajo nuevas condiciones y una batalla diferente. Mario volvió a imponerse, pero Rafa Palacios aprovechó su regularidad y concentración para subir al segundo escalón del podio, dejando claro que, aunque Mario siga inalcanzable por ahora, él es un contendiente firme. Izan Domínguez completó nuevamente el podio en tercera posición, mientras que Gonzalo Guadaño, cuyos tiempos en clasificación habían demostrado que podía luchar contra Mario, mostró paciencia y sabiduría para conformarse con una cuarta posición, haciendo gala de la experiencia que lo caracteriza.

Si alguien brilló por constancia y madurez durante todo el fin de semana, ese fue Rafa. No necesitó adelantamientos espectaculares ni riesgos innecesarios: su fortaleza está en la regularidad, en saber gestionar cada vuelta y mantener la concentración al máximo. Con Mario mostrando un dominio casi absoluto, quienes consiguen mantenerse más cerca de él se perfilan como los candidatos con mayores opciones de pelear por el campeonato, y Rafa e Izan demostraron que tienen el talento y la determinación para estar en esa lucha hasta el final. La particular batalla entre ambos añade una tensión extra a la Copa, haciendo que cada carrera se viva con una emoción que se palpa en cada salida a pista.

No menos importante es la batalla que se libra en mitad del pelotón. Eduardo Cervera sigue creciendo, dos carreras consecutivas demostrando que su sitio ya está consolidado en la zona media/alta. Cada vuelta suya es un ladrillo más en la reconstrucción de un piloto que empieza a mirar hacia arriba con ambición.
Y en Cheste hubo un regreso esperado: Pablo Duro. Dos carreras lejos de la pista parecieron una eternidad, pero el reencuentro con el mono, el casco, la adrenalina y los amigos no tiene precio. Volvió, y con él volvió una parte del gran espíritu de esta Copa.
Las que también siguen escribiendo su historia son Leo, Elena y Marieta. Tres nombres que, carrera a carrera, se están superando a sí mismas, mostrando determinación y talento, y al mismo tiempo protagonizan una lucha muy interesante dentro del campeonato. Su evolución es la promesa de que la Copa R4C no solo es presente, también es futuro.

Y como siempre, hay historias que se cuentan con una sonrisa. La de Nacho Lamarca, por ejemplo, un veterano forjado en las carreras urbanas y motores de dos tiempos que decidió volver a la competición para recordarnos, con descaro y un punto de sarcasmo, que el talento nunca «gripa». Con él en pista, nunca se sabe si habrá un adelantamiento brillante o un momento digno de grandioso meme… pero en ambos casos, espectáculo asegurado.

No podemos cerrar esta crónica sin un recuerdo para los ausentes: Domingo Vidoy, Lars de Jorge, Alfonso Cermeño y José Miguel Martínez. La Copa también se escribe con ellos, porque cada piloto que falta deja un hueco en el paddock, en las charlas previas, en las risas de las cenas y en la parrilla de salida. Su ausencia se nota, y su regreso será infinitamente celebrado.
La Copa R4C cruza así su ecuador.
Tres carreras quedan por delante, y aunque Mario Ruiz lleva el timón con firmeza, la verdadera historia se escribe en cada batalla personal: la de Rafa e Izan, cuya particular lucha por mantenerse más cerca de Mario mantiene el campeonato al límite de la emoción; la de las chicas, la de Eduardo contra sus propios límites, la de Gonzalo frente a lo que puede dar, la de Pablo contra el olvido, y la de Nacho… bueno, Nacho contra todo y contra todos, empezando por sí mismo.

El campeonato sigue vivo. Y en R4C, más allá de los cronómetros, lo que late es la pasión.
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