Hay circuitos que no necesitan presentación. Lugares donde el ruido del motor suena distinto, donde la historia se siente en el aire y donde el alma del motociclismo vibra en cada curva.
El Circuito de Jerez–Ángel Nieto es uno de ellos. Allí, bajo el sol andaluz, se celebró una cita
especial y diferente.

Especial porque en Jerez siempre pasa algo mágico. Y en este caso, a la emoción natural del campeonato, se sumaba el honor de contar con dos pilotos invitados de lujo:

Por un lado, el gran Pepe Burgaleta, veterano de mil batallas dentro y fuera de pista, que convirtió el paddock en un hervidero de risas y anécdotas.

Por otro, Sergio Romero, periodista y piloto reconocido internacionalmente, que se integró desde el primer minuto, compartiendo consejos, ayudando a todos y contagiando su entusiasmo.

Y diferente porque, a contracorriente del formato habitual, el fin de semana solo ofrecía una carrera única, un solo disparo, una oportunidad.

La tensión se palpaba más que nunca. Sin segunda manga, todo se decidía en esos pocos giros al trazado jerezano.

Pero en la Copa R4C, las batallas importantes no siempre son las de la victoria. Aquí todas las luchas cuentan, pues cada piloto lleva dentro un alma competitiva que le empuja a ser mejor en cada vuelta, en cada curva, carrera tras carrera.

Esa búsqueda constante de superación individual provoca una evolución colectiva, una sinergia que hace que todos crezcan juntos y que, como resultado, se vivan batallas en pista tan intensas como bellas, llenas de respeto, nobleza y emoción.

 

En Jerez, Raúl García, Jesús Camino, Jorge Sanz, Jacob Garcés y Javier Velasco fueron el reflejo de esa esencia: una lucha vibrante, igual de noble e interesante que la de cabeza, donde cada adelantamiento valía tanto como una victoria.

En meta, la victoria fue, una vez más, para Mario Ruiz, dueño absoluto del fin de semana. Izan Domínguez cruzó segundo, sólido y brillante, confirmando su crecimiento constante.

El tercer puesto fue para Sergio Romero, quien, en un gesto de deportividad, compartió el podio con Rafa Palacios, quien pasó por meta prácticamente a su rueda, cediendo su cajón para no interferir en la clasificación del campeonato.

Y precisamente Rafa Palacios volvió a dejarnos una actuación digna de leyenda.

Peleando por el subcampeonato, llegó al domingo con el cuerpo maltrecho: un latigazo en la espalda sufrido el día anterior lo tuvo en duda hasta el último momento. Caminaba por el paddock cual palmera azotada por el viento. Muchos pensaron que no podría salir a pista, pero lo hizo. Y no solo corrió: luchó, resistió y brilló.

El dolor que debería haberle frenado se convirtió en su combustible, en un motor invisible que lo empujó vuelta tras vuelta hasta cruzar la meta con el orgullo intacto.

Su actuación en Jerez fue una lección de coraje, de esas que definen campeonatos y dejan huella en la memoria de los que la presenciaron.

Y como es tradición en la Copa R4C, lo que distingue y diferencia nuestra manera de vivir el motociclismo es cuando transformamos la adrenalina en el mágico ambiente con el que brindamos por la amistad y la velocidad en torno a una gran cena compartida. Un ritual ya sagrado cuyo protagonista en esta edición tan especial fue nuestro querido piloto Jesús Camino, siempre generoso, siempre pendiente de todos, quien nos agasajó con una auténtica fiesta gastronómica digna del Olimpo: gambas, langostinos, jamón y caña de lomo que rozaban el pecado.

El ambiente fue inmejorable: risas, anécdotas y un sentimiento compartido de pertenecer a algo más grande que una simple competición.

Porque en la Copa R4C se corre con el alma y se celebra con amigos.

Y aquí, en el sur, donde el sol acaricia el asfalto y la pasión nunca se apaga, donde todo huele a historia, Jerez es Jerez y con eso, basta…